sábado, 2 de abril de 2011

ENTENDIENDO A LOS HÉROES

Qué motiva a un grupo de hombres a desafiar una amenaza nuclear


Al momento de redactar esta nota ya son más de cien las personas que están dando su vida en la misión casi imposible de enfriar los reactores de la central nuclear de Dai Ichi, afectada tras el sismo de casi 9 grados en Japón. Los inicialmente denominados cincuenta de Fukushima, entre los que destacan técnicos, ingenieros y todo el personal especializado, se han visto reforzados por ex trabajadores y jubilados que han decidido voluntariamente participar en las tareas que manda el Plan de Contingencia, para hacerle frente a la radiactividad y al tiempo, en busca de disminuir los daños y evitar una catástrofe.
Desde el niño anónimo que se ahoga por salvar a otro en una piscina local, hasta los ahora mediáticamente famosos 33 de una mina de Chile, pasando por los astronautas del Apolo 13 o del transbordador Challenger; desde el joven que se convirtió en celebridad por abrir la puerta de un auto si saber que, involuntariamente, evitaba que el ladrón huyera con lo robado, el mundo necesita de los héroes. Aquellos personajes que ante todas las posibilidades de perder, salen airosos. Ya sea por obligación o casualidad, aparecen para recordarnos que la esperanza es uno de los rasgos que distinguen a la humanidad y que mientras no se haga el último esfuerzo, nada está perdido. Sin importar su propia integridad, retan al destino, al caos y – por qué no – al tiempo mismo, por defender nuestro derecho a vivir y soñar libres de preocupaciones o amenazas. Los héroes de este artículo son tan humanos como usted o como yo y, seguramente al igual que cualquier persona, tienen familia y muchas cosas que perder; sin embargo han asumido su trágico rol con un estoicismo digno de un samurái ante una prueba de honor.
Un reactor, como lo indica su nombre, es un equipo en cuyo interior tiene lugar una reacción química; las cuales se llevan a cabo a una presión y temperatura adecuada. Quienes hemos trabajado en una planta industrial o cerca de éstas unidades, intentamos imaginarnos el clima que se vive entre los colaboradores en este momento tenso: la hermandad frente a la falta de agua limpia, de alimentos no contaminados; frente a la falta de energía y calefacción (en Japón están en pleno invierno), de combustible; el nivel de estrés y cansancio. Pero, sobre todo, la fe y el compromiso de que se lograrán los objetivos si cada uno pone de su parte, siguiendo al pie de la letra las indicaciones. Objetivos que exceden la resistencia física y mental de cualquier persona, por más entrenada que esta sea.
Los japoneses tienen la fama de ser las personas más educadas. Con una disciplina admirable, siguen a sus líderes y respetan siempre las señales. Inventores de preceptos como las 5S o el JIT, no hay persona más ordenada que ellos. En una planta de energía nuclear donde las disposiciones y políticas de seguridad, operación y mantenimiento son rigurosas, se espera que los trabajadores involucrados actúen con el mayor orden y eficacia ante alguna emergencia. Sin embargo, lo acontecido en Fukushima sobrepasa el compromiso laboral. Qué motiva a hombres con familia a arriesgarlo todo; a personas de avanzada edad dejar su retiro para sumarse a la lista de candidatos a pacientes de cáncer. Qué hay más allá de lo que llamamos responsabilidad.
Cuando veo imágenes de la central de Dai Ichi, imagino – difícil ejercicio – la preocupación que debe sentir cada uno de ellos para que los suministros y repuestos lleguen a tiempo y se instalen de acuerdo al programa; el ansia de tomar la posta para que el compañero no se exponga más de la cuenta a la radiación. Pienso, en todos los que ahora se integran al grupo, ex jefes o técnicos que deberían estar viajando por el mundo, paseándose por los jardines de los templos para ver florecer a los cerezos. Mas ellos están allí. Como en un film de Kurosawa parecen decirnos: todavía no. Y yo sólo puedo recordar a los ancianos de Narayama que se rompían los dientes y eran abandonados en la montaña, para dejar alimento a las nuevas generaciones. Tal vez eso sea que lo que los motive: el saberse únicos (después de todo quién más podría realizar semejante trabajo), el cumplir con la misión que aceptaron desde mucho antes de la catástrofe, el saber que es mejor hacer algo que quedarse de brazos cruzados y, sobre todo, el saber de que con ese sacrificio protegen a sus familia y a una nación entera que quedará por siempre agradecida.

Y no solo Japón se lo agradece. Todo el mundo se pone de pie y expectantes oramos o dedicamos una reflexión hacia aquellos compañeros que han entrado a formar parte de una estirpe de la cual han heredado el amor por honor y el deber.
Ninguna situación, por más crítica que ésta sea, justifica poner en riesgo la integridad, mucho menos la vida, de una persona. En una circunstancia como la actual, estos héroes han decidido ponerse de pie y hacer frente a todo, incluso a la muerte. Los colaboradores de Fukushima lo saben bien y han preferido quedarse hasta el final que, esperamos, sea el mejor.

2 comentarios:

Michael Zelada dijo...

El héroe nace por la necesidad del hombre en creer y resguardar su esperanza y fe. BZG

Michael Zelada dijo...
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