domingo, 29 de abril de 2007

LIBROS Y FETICHISMO (Acerca del "pleito" entre los adoradores del papel y los fanáticos de los bytes)

El hojear un texto y el tener la palabra escrita al alcance de nuestros sentidos son innegablemente uno de los placeres de los que más disfruta el amante de la lectura; el coleccionar cuanto libro quede a su alcance es uno de sus mayores tesoros. A este ejercicio se le agrega las distintas maneras y los variados recursos de los bibliófilos para cumplir su cometido de adoración, especulación y goce. De allí que en la actualidad nos encontremos con defensores acérrimos de la manualidad y su supuesta contraparte que apoya la virtualidad.

Las bibliotecas grandes requieren gastos operativos y de mantenimiento (personal, reediciones, adquisición de nuevos ejemplares) que no están al alcance de nuestros gobiernos o de un simple ciudadano; así como la falta de un espacio necesario y adecuado para almacenar todo lo publicado. Antiguamente los califas tenían suntuosos palacios decorados con historias escritas en oro y en Alejandría existió una biblioteca capaz de aplacar al más sediento de los lectores. Nuestros archivos fueron destruidos también en la guerra con Chile debiendo ser repuesta con mucho esfuerzo. Otra hubiera sido la historia si hubiésemos contado con un Back Up que nos respaldara ante cualquier siniestro. Una biblioteca virtual se recopila fácilmente en unos cuantos discos, con la ventaja de tenerlos al alcance de cualquier lector o incluso miles de lectores a la vez.

Leer en la pantalla del ordenador, desde luego, no es lo mismo que hacerlo de un texto impreso. No es lo mismo tomar apuntes o subrayar (ambas acciones que constituyen un reforzamiento al aprender) que el hecho mecánico de pulsar “copiar y pegar”. El papel tiene la ventaja de ser más descansado aunque no siempre está al alcance del bolsillo o en la librería más cercana. Yo mismo he pasado diez años buscando la primera edición de Prosas Apátridas de Julio Ramón Ribeyro. Tampoco tendría cómo llevar a una reunión de amigos, por ejemplo, la mitad de mi biblioteca para hablarles de algún tema citando a distintos autores. O correr el riesgo de prestar mis preciados ejemplares y no volverlos a ver. Para empeorar las cosas, los insumos y los bosques de donde viene tanta sabiduría decrecen año a año. Aunque, cuando se suprime el cloro en su fabricación, el papel es un material completamente ecológico y reciclable.

¿La existencia o la esencia? Mientras algunos se ufanan de tener nutridos estantes, ediciones incalculables o simplemente ciertas rarezas de poca distribución; los adoradores de bytes enarbolan sus extensas bases de datos sobre cada autor y sus eBooks preferidos. Ambas especies recomiendan entre sus pares librerías o los llamados “huecos” con la misma emoción de encontrar websites o links donde descargar futuras adquisiciones. En todos los casos el contenido es lo que importa, dejando de lado el medio o la herramienta que nos acerca al conocimiento.

La lectura de los buenos libros es una conversación con sus autores. Si anulamos la virtualidad o la impresión, volveremos a la oralidad (interacción y aprendizaje señalado por Platón) como en los tiempos anteriores a las computadoras y la imprenta. Esperemos pues, se llegue a un buen acuerdo mientras me llevo mi biblioteca entera en una memoria USB para poder leerla bajo un árbol en una Palm One junto a mis libros favoritos – de cabecera – que siempre me acompañan y nunca estorban ni pasan de moda.

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